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UN MUNDO ONIRICO Y DESBORDADO POR ÁNGELES SANTOS

Portada blog Ángeles Santos

Tras visitar el Reina Sofía desde SLEEP'N Atocha, el autor descubre en Un mundo de Ángeles Santos una poética y poderosa alegoría contemporánea sobre la fragilidad y esperanza del planeta.

Salgo de SLEEP'N Atocha, ese oasis en el corazón de Madrid, con una idea fi ja: recorrer el Paseo del Arte como si fuera la primera vez. Apenas a 130 metros, doblo a la derecha y en cuestión de minutos me encuentro en el Museo Reina Sofía. Esta institución, ubicada en el antiguo Hospital General de Madrid, lleva la fi rma arquitectónica de José de Hermosilla, Francisco Sabatini y Jean Nouvel, y encierra algunas de las obras más inquietantes y visionarias del siglo XX.
Subo en el ascensor acristalado, suspendido entre cielo y tierra, me adentro en las salas del edifi cio Sabatini. Y entonces llego a ella. A esa pintura que parece colgada no de un muro, sino del cielo mismo. Un mundo (1929), de Ángeles Santos, no solo impone por su escala, sino por el vértigo que provoca.
Este lienzo de grandes dimensiones —en realidad, dos ensamblados— nace del imaginario de una joven de apenas 18 años, que en Valladolid apenas había comenzado a recibir sus primeras lecciones de pintura. Pero lo que aquí se despliega no es un ejercicio juvenil: es una visión casi mística.
Sin embargo, como tantas otras obras visionarias, Un mundo pasó años en el olvido. El Museo Reina Sofía la adquirió en 1997, pero no fue, sino hasta tiempos recientes, que volvió a emerger desde los almacenes hacia la luz, incorporada al discurso renovado sobre las vanguardias históricas. Hoy convive con nombres como Picasso, Maruja Mallo u Óscar Domínguez, en una relectura justa y necesaria del arte español del siglo XX.
El cuadro representa un planeta que parece redondo y fl otante, pero que se transforma en un mundo cúbico, renunciando al orden astronómico para abrazar una lógica más íntima y literaria. En su superfi cie, mujeres leen, duermen o marchan en procesión, rodeadas de fábricas, escaleras imposibles y árboles de colores insólitos. Algunas roban fuego al sol para encender las estrellas, mientras otras acunan a sus criaturas al ritmo de una música invisible, nacida de la fusión de viento y cuerda. Todo arde en un silencio contenido, como si el mundo se consumiera suavemente desde dentro.
Hay en esta escena una intensidad poética que remite al realismo mágico, una corriente que aún no tenía nombre cuando Ángeles lo pintó. Y no es casual: la inspiración del cuadro proviene de unos versos de Juan Ramón Jiménez, cuya infl uencia puede respirarse en cada rincón de la obra.
"Un mundo" no es una utopía ni una distopía: es ambas cosas. Es una denuncia y una esperanza. Ángeles Santos, en plena efervescencia juvenil, nos muestra un planeta que parece latir desde lo íntimo, desde una conciencia que observa y señala sin juzgar. El orden circular remite a lo divino, lo eterno, pero las fi guras que lo habitan se sienten atrapadas, como marionetas de una obra más grande que ellas mismas.
Al igual que Grosz con su "Metrópolis", Santos retrata una crisis existencial. Pero mientras él clama desde el caos urbano y la brutalidad de la guerra, ella murmura desde el ensueño, desde un mundo que aún no ha sido completamente destruido, pero que pide a gritos un nuevo comienzo.
Hoy, cuando el planeta vuelve a enfrentarse a dilemas vitales —la crisis ambiental, la sobreexplotación, la alienación digital—, "Un mundo" se convierte en una alegoría contemporánea. ¿Cómo podemos reconstruir un mundo más humano, más armónico, más nuestro?
Salgo del museo sin poder dejar de mirar hacia arriba, como si esperara ver aquella tierra cúbica suspendida sobre el cielo de Atocha. De regreso en SLEEP'N, entre paredes que celebran la sostenibilidad y el diseño amable, aún resuena la pregunta de Ángeles: ¿Qué mundo habitamos y cuál queremos construir?

-por Connaisseur Mr. Paco