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Energía oceánica, el poder de las mareas

Las instalaciones de energía oceánica suelen tener una huella ambiental menor en comparación con otras energías renovables. Algunos países, como Reino Unido y Francia, han demostrado que la inversión en esta área puede contribuir a la diversificación de las fuentes energéticas.

Más del 70% de la superficie de la tierra está cubierta por agua, de la cual un 96,5% son mares y océanos. Teniendo en cuenta su volumen, parece sensato pensar que, en este escenario de descarbonización, las energías marinas han venido para quedarse. Eso sí, podríamos estar teniendo un problema con el enfoque, como explica Jesús Mari Blanco, coordinador del Máster Erasmus Mundus en Energías Renovables en el Medio marino de la UPV: «Siempre acabamos refiriéndonos a la eólica offshore, que es la líder en el sector, pero no nos olvidemos de la energía de las olas, las mareas y las corrientes, que son las grandes desconocidas».

Antes de seguir hablando de cómo funciona esta tecnología emergente –que algunos países ya están utilizando– y el impacto que puede tener, primero hay que ver qué es la energía oceánica. Se trata de una forma de energía renovable que se obtiene aprovechando el movimiento, la temperatura y la salinidad de los océanos. La también conocida como energía marina se divide principalmente en dos categorías: la energía de las olas (undimotriz) y la energía de las mareas (mareomotriz). También se pueden incluir otras fuentes menos comunes, como la energía térmica oceánica y la energía de las corrientes oceánicas.



Por una parte, la energía undimotriz se genera a partir del movimiento de la superficie del océano. Los dispositivos diseñados para capturar esta energía convierten el movimiento vertical de las olas en energía mecánica, que luego se transforma en electricidad. Estos dispositivos pueden ser boyas, columnas de agua oscilantes o plataformas flotantes que capturan el movimiento de las olas de manera eficiente.

La energía mareomotriz se aprovecha del flujo y reflujo de las mareas oceánicas. Existen dos métodos principales para capturar esta energía: las barreras y las corrientes de marea. Las barreras de marea son presas construidas en estuarios o bahías que capturan el agua durante la marea alta y la liberan durante la marea baja, generando electricidad a través de turbinas. Las corrientes de marea, por su parte, utilizan turbinas submarinas colocadas en lugares estratégicos donde estas son fuertes y constantes.

La energía marina puede provenir tanto de las olas (undimotriz) como de las mareas (mareomotriz)

Por otro lado, la energía térmica oceánica (OTEC, por sus siglas en inglés) se basa en la diferencia de temperatura entre la superficie del océano, calentada por el sol, y las profundidades frías del océano. Este gradiente térmico se utiliza para generar electricidad mediante un ciclo de trabajo similar al de una planta de energía convencional.

El impacto potencial de la energía oceánica es significativo. En primer lugar, puede contribuir a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero al reemplazar la generación de electricidad basada en combustibles fósiles. Además, las instalaciones de energía oceánica suelen tener una huella ambiental menor en comparación con otras formas de energía renovable, como las plantas solares o eólicas. Desde el punto de vista económico, puede proporcionar empleo en las comunidades costeras y estimular el desarrollo de nuevas tecnologías y capacidades industriales. También puede aumentar la seguridad energética al diversificar las fuentes de energía y reducir la dependencia de combustibles importados.

Países pioneros

Hay varios países han comenzado a explorar y utilizar la energía oceánica como parte de su mix energético, como es el caso de Reino Unido, uno de los líderes mundiales en la explotación de la energía mareomotriz. La Planta de Energía Mareomotriz de MeyGen, ubicada en Escocia, es uno de los proyectos más avanzados del mundo. Esta planta utiliza turbinas submarinas para capturar la energía de las fuertes corrientes de marea del Pentland Firth.

Asimismo, Francia ha sido pionera en el desarrollo de la energía mareomotriz desde la construcción de la Planta de Energía Mareomotriz de La Rance en 1966. Esta planta, ubicada en Bretaña, sigue siendo una de las mayores instalaciones de energía mareomotriz del mundo y ha demostrado la viabilidad a largo plazo de esta tecnología.

En Estados Unidos se están llevando a cabo varios proyectos de energía undimotriz y mareomotriz, especialmente en las costas del Pacífico y del Atlántico. El Departamento de Energía de EE.UU. ha financiado numerosos programas de investigación y desarrollo para avanzar en la tecnología de energía oceánica. La instalación de pruebas de energía marina en Oregón es un ejemplo de la inversión del país en el área.

En cuanto a España, la principal planta de energía mareomotriz está ubicada en Mutriku, en la costa del País Vasco. Se trata de una instalación pionera y la primera planta de energía mareomotriz comercial en funcionamiento en el país. Cuenta con 16 turbinas reversas dispuestas en serie y es capaz de generar aproximadamente 300 megavatios-hora (MWh) de electricidad anualmente.

Pero no es oro todo lo que reluce: este tipo de energía también enfrenta desafíos. Por un lado, el coste inicial de las instalaciones y el mantenimiento puede ser alto, y la tecnología aún está en una fase de desarrollo que requiere inversiones significativas en investigación y desarrollo. Además, es crucial evaluar y mitigar los posibles impactos ambientales, como la alteración de los hábitats oceánicos y la interferencia con las rutas de migración de la vida marina.

En cualquier caso, la colaboración internacional y el intercambio de conocimientos serán fundamentales para acelerar el progreso en este campo. Además, la integración de la energía oceánica con otras fuentes renovables, como la solar y la eólica, puede crear un sistema energético más equilibrado y sostenible.

Articulo procedente de la revista Ethic, Leer artículo