Salgo de SLEEP'N Atocha, cruzo hacia el Paseo del Prado y camino hacia el Museo ThyssenBornemisza, antiguo Palacio de Villahermosa del siglo XVIII. Transformado tiempo después por Rafael Moneo en museo, respetando su carácter palaciego. En 2004, amplió sus espacios hacia los palacios de Goyeneche y Guaqui, fusionando historia y modernidad en un diseño que engloba doscientos años de historia.
Una vez admirada su imponente fachada, debo tomarme un momento, prepararme para lo que voy a presenciar. Cruzó el hall hacia su colección permanente en el primer piso. Aquí, ubicado a un costado, me encuentro con una imagen que grita, una obra que es ruidosa sin emitir sonido.
Metrópolis (1916-1917) de George Grosz es un reflejo de la desesperación y el caos que marcaban Europa durante la Primera Guerra Mundial. En un momento de aparente progreso, cuando la modernidad se alzaba sobre las ruinas de un mundo en guerra, la pintura de Grosz desvela la alienación de una ciudad atrapada entre la opulencia y la miseria.
La multitud enloquecida, representada como figuras grotescas y distorsionadas, avanza en un paisaje urbano donde la luz y la sombra se funden con los edificios imponentes. El óleo le da camino a unas calles abarrotadas que dialogan acerca del vacío existencial de una sociedad que se consume a sí misma. Los personajes se esconden detrás de un anonimato, atrapados entre la angustia y la culpa, se desplazan sin rumbo, reflejando el desencanto de una época marcada por
el horror de la guerra.
En esta conjunción entre el futurismo, el cubismo y el expresionismo, Grosz no solo captura el paisaje urbano, sino la crisis del ser humano frente a la modernidad, una reflexión que resuena más allá del tiempo.
En un momento en que el mundo se enfrenta a nuevos desafíos, incluidos los de la sostenibilidad y la relación entre lo urbano y el medio ambiente, la reflexión de Grosz sobre la deshumanización en las ciudades cobra una nueva relevancia. Hoy, más que nunca, es vital cuestionar cómo construimos nuestras metrópolis, buscando un equilibrio entre el progreso y el respeto por el entorno.
Después de sumergirme en la profunda obra de Grosz era hora de mi merecido descanso, por lo que emprendí mi regreso a SLEEP'N Atocha, ubicado a tan solo 15 minutos a pie del Museo Thyssen, donde ofrecen una estancia cómoda y moderna. Perfecta para quienes deseen explorar la ciudad de manera relajada y responsable, en un ambiente que promueve la sostenibilidad y el bienestar.

-por Connaisseur Mr. Paco